Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Quiero mucho a la palabra, por eso si me equivoco no la quito. Ahí la dejo. No querría lastimarla. A lo más agrego otras por un lado, pero sin tocarla, no tan juntas, que nadie enturbie su destino indomable. Otras palabras juntas podrían molestarla a ella, tan indefensa.

Para mí las palabras son sagradas. Por algo salen desde el fondo de eso que muchos llamamos alma; desde la infancia despochinada, desde los recuerdosinventadosdonde antes no hubo nada o tal vez de un rincón agazapado en el silencio. Totalmente ignorada por otra gente, por el tiempo.

Nunca una palabra sustituye a otra, son inmejorables e inevitables.

Quiero mucho a las palabras y escribo como van saliendo. Agradezco que salgan porquede esa manera son sinceras. Si las pienso mucho, otras palabras envidiosas vendrán a su encuentro y con prepotencia las invadirán y le quitarán sustento de tal suerte que mueran. Las crucificarán en ese amontonamiento, en un motín del pensamiento.

Las palabras que salen salen de adentro del cuerpo, en algún ligar del gran universo de la mente donde se han estado elaborando, cosiendo a fuego lento.

Son palabras perfectas y a veces suenan disparatadas, esto es porque a veces salen adelantadas de tal suerte que nadie las entiende. Son tal vez incoherentes, pero una vez vistas en el espacio se vuelven imágenes tornasoladas como cuando oscurece y el sol eterno se resiste a caer atrás de la montaña, y entonces con ese resplandor incierto, la palabra florece.

Cundo escribo no me preocupo a dónde voy, no pienso, yo escribo. Ignoro todo lo que me dijeron o aquello que leí.

¿Escribo o leo? Escribir es leer palabras también. Escribo lo que soy y lo que he sido, pero también escribo lo que no he sido, lo que hubiera querido ser en otro tiempo, o ahora mismo.

Escribo por mí mismo a lo largo y ancho, tendido, como un solitario bribón que asola los pueblos y las frases, entonces la palabra va conmigo.

Son mis palabras, tal vez una de ellas la que nombra a mi amada, la que dicta mis otras palabras por fuera y por dentro de un diluvio, me azota en las calles y en las casas me protege al mismo tiempo, árbol y sol, me quiere y me repele.

Palabras que somos, nos escuchamos y nos entendemos nos vituperamos y nos amamos. Aun cuando a veces sin alguna razón previamente acordada nos odiamos.

Lo que he leído me sirve para contar con un recipiente de herramientas que acompañen, sin afectarla, a esa hermosa palabra que deseo decir, acaso una, una palabra inmensa que en ese momento trémulo se asoma. Acaso la misma palabra que he querido decir desde siempre. Tal vez la misma palabra que todo escritor busca sin hallar.

Quiero mucho a las palabras porque cuando salen me liberan y hacen un ejército de otras palabras y me conmueven, me motivan a seguir escribiendoinfinitamente.

Por mi escribiría todo el día sin detenerme un momento. Cuando escribo no pienso en comer ni en dormir ni en respirar, pienso en ella, amada, palabra, infinita mujer.

Busco y en esa búsqueda muchas palabras amables me saludan ante lainmensidad que acompaña a quienes escribimos. Un ogro digamos, en que no se está solo nunca, la soledad no existe.

Existe todo lo demás que devenga el cuerpo, existe el yo interno que nos maneja y nos mueve, existe lo que somos. Existen las palabras diciendo, saliendo, brincando, huyendo, sonriendo, amando.

Cuando escribo salen las palabras solas en torrente, a borbotones y a dos manos se escurren entre los dedos y bebo del venero sagrado.

Las palabras para mí lo son todo, sin ellas no tiene caso vivir, son refugios, lugares, espacios abiertos, rincones, premios, consuelos, mujer que me lee, sueños, batallas, triunfos, esperas, luces, sonidos perfectos en una calle a la luz de una faro de niebla, de una vela iluminando una mujer muy bella que desde alguna parte me mira, desde el alma consentida, hermosa, encontrada, eterna.

Ella es la palabra querida, la de todos los días, la de siempre, que me sobrevivirá indistintamente. Por eso la quiero.

NOS VIMOS