ANTORCHA CAMPESINA
Poder económico y poder polÃtico
Por: Aquiles Córdova Morán, 15-11-2018 .
1.- La teorÃa de los factores
Esta forma de pensar el mundo, fue elaborada como alternativa al que podrÃamos llamar enfoque genético-autoconstructivo de la realidad, según el cual todos los fenómenos surgen de la evolución y transformación de otros similares que desaparecen al llegar los nuevos que, a su vez, crecen, se desarrollan y mueren cuando han generado a sus sucesores. Cada lÃnea de desarrollo forma, simultáneamente, una cadena de infinitos eslabones y una red de infinitas conexiones con las demás cadenas del universo. Pero lo más importante para nuestro propósito, es que la concepción genético-autoconstructiva postula que cada ente material posee una esencia, una estructura interna formada de elementos que se relacionan, condicionan y determinan recÃprocamente. Estos elementos están objetivamente jerarquizados y objetivamente ubicados en un lugar preciso y definido. La modificación de esta estructura es, precisamente, la desaparición del objeto antiguo y el surgimiento del nuevo.
La teorÃa de los factores, por el contrario, ve las cosas básicamente estáticas e inmodificables, salvo por causas mecánicas y externas a ellas; las concibe formadas por múltiples “factoresâ€, sÃ, pero de importancia equivalente y sin jerarquÃa objetiva posible entre ellos. No concede gran significado a la estructura, pues el igual valor de los “factores†los hace intercambiables; y tiende a mirar todo como un “coctel†de sus partes componentes cuyo resultado final depende de que no falte ni sobre ninguno y de que se hallen en la cantidad correcta. Es un enfoque que podemos llamar descriptivo-enumerativo.
Para darnos cuenta de lo que se juega con uno u otro método, tomemos el ejemplo de la discusión en torno a la teorÃa del valor-trabajo, discusión toral entre la economÃa clásica y la economÃa subjetiva o matemática. Para los economistas clásicos y sus continuadores consecuentes, no habÃa duda de que en la producción de bienes materiales útiles tenÃan que intervenir, por fuerza, los tres elementos que tanto ha magnificado después la economÃa subjetiva: trabajo, tierra y capital. Pero también tenÃan claro que, cuando el objeto de la economÃa ya no es solo fabricar objetos útiles sino “mercancÃasâ€, esto es, bienes de cuya venta masiva sale la ganancia de los fabricantes, la importancia de los “tres factores†no podÃa ser la misma; habÃa que determinar cuál de ellos era el decisivo para la producción de ganancias, es decir, del valor nuevo de las mercancÃas. Fue asà como Adam Smith y David Ricardo descubrieron la “teorÃa del valor-trabajo†que luego Marx llevó hasta sus últimas consecuencias. En esta teorÃa, el papel del trabajo resulta superior al de los otros dos, puesto que es el único capaz de engendrar valor. Para desmentir esto que les era desfavorable, los señores empresarios se dieron a la tarea de promover la creación de una “teorÃa†distinta y mejor para ellos. Asà nació la “teorÃa de los factores equivalentesâ€.
Según esta teorÃa, trabajo, tierra y capital son factores equivalentes y desempeñan todos el mismo papel en el proceso productivo. Ninguno es más importante que otro y ninguno vale nada sin los otros dos. La ganancia surge de la combinación de los tres, y como los tres son comprados o pagados por el dinero del capitalista, la utilidad resulta algo totalmente legÃtimo, un merecido premio al esfuerzo, ingenio y sacrificio del inversionista, pues deja de consumir para su bienestar con tal de crear empresas y empleos para los trabajadores. Esta “teorÃa†borró de un plumazo el papel del trabajo en la producción y echó al cesto de la basura toda la economÃa clásica, de Cantillón y Petty a Ricardo y Marx.
2.- La teorÃa de los factores aplicada a la sociedad
Según el enfoque genético-autoconstructivo, la sociedad humana surgió sobre la base de la necesidad de vencer los peligros y obstáculos que oponÃa la naturaleza a los esfuerzos del hombre aislado por conseguir su sustento. Es decir, la sociedad nació de la urgencia de unir esfuerzos para garantizar una producción abundante y segura de los satisfactores vitales para la especie. La actividad productiva fue, pues, el núcleo y el imán irresistible que obligó a los hombres a agruparse y organizarse en torno suyo; y fue sobre esta base y como resultado de esta actividad que fue creciendo y desarrollándose el edificio social, hasta alcanzar la plenitud y complejidad que hoy vemos. La eficiencia, belleza y magnificencia de tal construcción nos han llevado a pensar que no puede ser obra nuestra, sino de titánicas fuerzas supra humanas de origen desconocido. El hombre deslumbrado y dominado por su propia criatura.
Y no es asÃ. Somos nosotros los arquitectos de esa maravilla; los creadores de un aparato productivo eficiente gracias a la ciencia y la tecnologÃa, pero sobre todo, gracias a la destreza e inteligencia de los seres humanos, hombres y mujeres. Pero la sociedad es un edificio y como tal, tiene una base firme que no solo sostiene el peso del resto, sino que lo alimenta, lo nutre, lo determina y, por fin, recibe su acción y reacción benéfica que mejora, enriquece y refuerza la base que lo engendró. Estado, leyes, ciencia, técnica, filosofÃa, arte, religión, cultura, etc., con todo lo abstractas y sublimes que puedan parecer, son creaciones humanas nacidas y alimentadas de esa base material, aunque algunas hayan alcanzado tal altura e independencia que parecen negar esta verdad.
La economÃa descansa sobre el trabajo y el trabajo es lo único que crea riqueza nueva, incluida la ganancia del capital. El obrero, el campesino y todos los que crean y producen algo, son los que llevan sobre sus poderosos hombros el peso del edificio social. Esto no gusta a quienes se benefician de ese trabajo sin aportar gran cosa a la tarea común; lejos de eso, se enfurecen con la teorÃa materialista de la historia y han ordenado a sus intelectuales orgánicos crear una economÃa “más verdaderaâ€. El resultado es la “teorÃa de los factores†aplicada a la sociedad en su conjunto. Ahora, la sociedad es una combinación de factores diversos pero equivalentes e intercambiables entre sÃ, sin jerarquÃas ni dependencias recÃprocas de ninguna clase. Con esto, se elimina la base económica, material de la sociedad, para colocar en su lugar lo espiritual, lo subjetivo y puramente abstracto como motor de la historia.
Asà resulta lógico sostener que el poder polÃtico y el poder económico son “dos factoresâ€, importantes pero iguales e independientes entre sÃ, que junto con otros muchos, integran ese coctel sin estructura que resulta ser la sociedad. Se puede, por tanto, admitir como posible, y aun necesario, deslindar nÃtidamente la esfera de influencia de esos “dos factoresâ€, de modo que puedan ser ejercidos por grupos o personas distintos, y hasta encontrados, sin que sufra por ello el buen funcionamiento del todo social. Y hasta puede mejorarlo.
Pero la teorÃa genético-autoconstructiva, apoyada en hechos históricos bien investigados, demuestra que esto es falso. Consecuente con la tesis de que la base y el origen de todo es la economÃa, sostiene que el poder polÃtico (el Estado con todos sus anexos) surge por la necesidad de las clases ricas de mantener, consolidar y fomentar una situación favorable para ellas, aunque lacerante y mortal para las mayorÃas. El poder polÃtico no es ni puede ser independiente del poder económico; es una emanación suya; es la materialización de su necesidad de mantener en sus manos el control del todo social. El “capitalismo de cuates†no es una enfermedad exclusiva de México; existe en todo el mundo capitalista (ver a Stiglitz, p.e.); es una función propia y natural del Estado, que está para eso, para fomentar la prosperidad de los negocios privados con todos los recursos a su disposición.
Al final de un ciclo histórico es posible, como acaba de ocurrir en México, que surja un gobierno emanado de la voluntad popular y no del apoyo del dinero. Pero esto no anula sin más el poder del capital, como parecen creer algunos; éste permanece intacto, y lo que en realidad surge es lo que Trotski llamó “dualidad de poderesâ€: ahora están, frente por frente, el poder del pueblo y el poder del dinero. La cuestión es ahora cómo va a resolverse esta dualidad, que no puede durar siempre. Y es el poder popular quien tiene que escoger el camino. ¿Suprimirá de raÃz el poder del dinero? En ese caso, tendrá que comenzar por cegar la fuente de ese poder, es decir, privarlo de su riqueza y de sus poderosÃsimos medios de defensa. Para eso, el poder popular debe medir bien sus fuerzas, porque una vez iniciado el camino ya no hay retorno posible, salvo el baño de sangre y la imposición de una dictadura fascista. Nunca debe jugarse a la insurrección, escribió Engels hace muchos años. ¿Solo quiere recortarle un poco las uñas al capital? En ese caso, debe abstenerse de medidas irresponsables y provocadoras, que puedan llevar al despeñadero de la violencia. Es mejor dialogar con el enemigo el tiempo que sea necesario antes de alborotar el avispero.
Durante la campaña electoral pasada, los antorchistas dijimos muy claramente que, en nuestra opinión, no están dadas las condiciones, internas y externas, para un enfrentamiento decisivo con el capital. Fue por eso que nos inclinamos por un candidato distinto al de MORENA. Hoy seguimos pensando lo mismo, y nos preocupa, por eso, que se esté ensayando “hacerle piojito†a un tigre adormecido que puede despertarse en cualquier momento. ¿Qué nos esperarÃa, en ese caso, a quienes no tenemos ninguna vela en este entierro?