Palmillas y sus hijos del otro lado del río

Por: Rigoberto Hernández Guevara, 09-02-2018 .

Palmillas, Tamaulipas.- Hay mucha soledad en este pueblo fundado en 1627. Si bien en un breve recorrido se puede observar movimiento a determinadas horas del día, este municipio, con aproximadamente 1500 habitantes, permanece vacío en sus calles y en sus patios también, con un incremento de habitantes durante las vacaciones.

Hay tranquilidad, que se palpa desde la entrada. Una calle pavimentada que va directamente a la presidencia municipal, alrededor de la cual gira una plaza, la iglesia, una escuela primaria, luego da vuelta y sale de nuevo a la carretera a San Luis Potosí.

Este municipio conocido en principio como Villa de Palmillas, Tamaulipas, Palmillas - pues un tiempo hubo hay muchas palmas en las márgenes del río Guayalejo, río que por cierto nace en este municipio- es uno de los primeros que fundó don José de Escandón y que un tiempo, luego de su fundación, hasta mediados del siglo pasado, fue próspero, antes de que la gente de este lugar, conocido como el 4º distrito, comenzara a emigrar a las grandes ciudades. Y a los Estados Unidos, últimamente.

Hay historias de éxito de hijos de este municipio que han creado empresas en Estados Unidos, es un pueblo también de bohemios que cuentan historias. Hay escritores que ahí nacieron como Doña Tabita Barrón, Eduardo Villegas, Crecencia Marín, Don Aarón Camacho.

Al filo de su historia, este pueblito, la cabecera municipal, conserva la gracia y el sentido estético que lo originaron. Su primer casco histórico es de primer orden, se podría restaurar sin mucho costo.

Se respira el fresco del tiempo detenido y cuando se supone que debería ser bueno que este pueblo fuese propuesto para pueblo mágico, se piensa también en que tal vez sería sólo restaurarlo y no llenarlo de esa parafernalia que luego traen los pueblos mágicos.

Intocado, como está, los palmillenses han sabido cultivar sus tradiciones a lo largo de los años, el mayorazgo para la danza y su tenaz y casi obsesiva religiosidad, ofrece en este pueblo la espiritualidad de sus personas tranquilas y sonrientes.

Al este se cruza el río y sigue el pueblo de “el otro lado” como le llaman. Otra mitad de pueblo, con cercados de ramas de mezquite o con piedras bien acomodadas, como una barda. Durante el siglo XIX, cuando el río se crecía, esta ración del pueblo quedaba aislada por días.

Hoy el río permanece seco, aunque florece al norte del municipio, pero le han hecho un puente moderno, por donde cruza la gente a caballo o a pie. Al pasar por un patio, en un espacio junto a una granada, se oye una guitarra y alguien canta. Dice que le compuso un corrido a un amigo que se ahorcó hace mucho.

Recorrer el pueblo es un viaje en el tiempo. Un escenario casi cinematográfico con un guión estupendo, creado por la imaginación y la narrativa de su pueblo.

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